Malcriemos al cliente.
Como administrador de varios sites web sé por experiencia
que no hay nada tan difícil, a priori, como mantener a un cliente contento y
satisfecho si ya desde un principio ése cliente está empeñado en llevarte la
contraria en materias propias de tu campo, aunque lo haga con toda su buena
voluntad, e incluso a menudo con afán de aprender por sí mismo.
A menudo tengo que demostrar con ejemplos prácticos que
una u otra determinada opinión es equivocada o no apropiada, y es muy difícil
hacerlo sin ofender o, al menos, sin provocar la suspicacia del que paga, es
decir, del cliente. Al final, como no debería ser menos, siempre es mi criterio
el que prevalece, aunque no es malo escuchar las matizaciones que voces ajenas
puedan sugerirte, y ello sin que tu papel de profesional cualificado quede en
entredicho. De todas formas, tengo mis propias normas aplicables al caso, y que
pueden resumirse en una: UN CLIENTE MALCRIADO ES UN CLIENTE RECEPTIVO. Y estas
dos cuestiones son, matemáticamente hablando, directamente proporcionales: la
una aumenta la otra, indefectiblemente.
¿Y qué estrategias empleo yo para mantener a mi
cliente satisfecho y receptivo?:
-
Mandarle al menos un mail cada dos o tres días. Si no
tengo novedades que comunicarle acerca de mi trabajo con su site procuro
averiguar qué problemas le van surgiendo en su negocio y conforme el site
evoluciona.
-
Llamarle por teléfono al menos una vez a la semana,
si no tengo cita concertada con él. Todos sabemos del
poder del correo electrónico, pero no vayamos a caer en la tentación de
convertirlo en la única manera de comunicación administrador-cliente. La viva
voz es, frecuentemente, mucho mejor vehículo para entenderse y consultarse.
-
En los informes periódicos que le remito procuro dejar al
final de cada apartado unas líneas en blanco para que el mismo cliente anote sus
pareceres, ideas o sugerencias. Sentirse partícipe le convierte en aliado.
-
Minimizar siempre sus errores. Y esto no es un ejercicio
de condescendencia. Si lo hago es para demostrarle que, mientras sea yo su
administrador, solucionaré sus problemas fácilmente.
-Informarle
permanentemente de los progresos o errores que sufra su competencia directa. Los
unos lo estimulan positivamente y los otros también. Hacerle sentir que no sólo
aprueba mis decisiones, sino que es partícipe de ellas.
-
Procuro siempre explicar las cosas muy detalladamente, a
veces en demasía, y en última instancia dejarle ver que si no entiende o
comparte algo es porque yo no lo he sabido exponer con la suficiente claridad.
Estas seis simples pero efectivas reglas constituyen uno
de los pilares básicos de mi trabajo en lo que a la relación con el cliente se
refiere. Su aplicación forma parte de mi trabajo y estoy seguro de que
contribuyen enormemente a la fluidez en mis relaciones con mis clientes.
Fuente: © Manuel Cros
Técnico en Diseño y
Marketing en Internet
asdinet@hotmail.com
FECHA: 19/09/2002