El espíritu soñador.

Elemento indispensable en el Ejecutivo Activo.

A los 22 años Juan mejoró el diseño de un portalámparas. Trabajaba en una de las principales industrias del ramo y se la mostró a su jefe. "Nadie va a usar esta porquería", opino éste. Juan sintió vergüenza y en base a su sentido común se dio cuenta que si continuaba ahí, iba a terminar siendo un mediocre.

La historia del progreso de la civilización esta plagada de situaciones como la antedicha. La mayoría de los emprendedores arrancaron jugándose por un sueño. ¿O acaso no eran soñadores, señores como Miguel Angel, Galileo Galilei, Cristóbal Colon, Albert Einstein, Thomas Edison, e incluso nuestro San Martín?

Decía Lawrence de Arabia (otro gran soñador), que quienes sueñan dormidos son gente común, pero que había que respetar a los que lo hacían despiertos, porque suelen modificar la realidad. Y la historia nos confirma la veracidad de tales palabras.

Un líder sin sueños deja de ser tal, solo es un simple burócrata, por alto que haya llegado.

Sueñe, y no deje nunca de soñar si el éxito es su objetivo.

Cuando un hombre habla sobre su gran sueño, el Mundo se detiene y escucha. Un sueño da sentido a las viejas palabras, le da sentido a la vida. Del sueño a la acción hay muy poco trecho. Las metas y fechas tienen un cierto efecto mágico que provocan invariablemente la acción.

Un verdadero soñador no es un "tonto" que mira el cielo en el transcurrir del tiempo. Un soñador nunca esta ocioso; por eso se lo estima, respeta o teme. O todo a la vez.

Conozca el gran sentido de las palabras simples. Amor, desafío, amigo, respeto, ayuda, etcétera. El burócrata no habla, esta sin un verdadero contenido para hacerlo. Un demagogo las despilfarra, es una catarata veborrágica con el fin de hacer escuchar lo que el otro quiere oír para ganar su confianza. Ambos tienen algo en común, ni uno ni otro cumplen.

El soñador habla directamente al corazón, a la fibra más intima del hombre, y lo hace desde su propio corazón. Esa es la marca de un líder carismático, que dice su verdad aun a costos elevadísimos. El líder soñador es sincero, pero no agresivo.

Un hombre de negocios no será ni carismático ni eficaz frente a un equipo si no demuestra conocer a fondo el tablero donde ordena sus fichas. Por ende, desarrolle conocimientos específicos. Tenga presente que si llega a ser considerado un incompetente le irá muy mal; la pérdida de confianza es el tiro de gracia de cualquier emprendimiento.

Esté en una posición ágil y elástica frente a los problemas. Esté dispuesto a romper las reglas. De ser necesario aun las que Ud. haya impuesto. Naturalmente, este consejo no lo habilita para ser un dictador ni abusar de los cambios o política.

El factor más escaso que tiene el hombre es el tiempo. "Podemos recuperar el terreno perdido, pero el tiempo no", repetía Napoleón a sus tropas. Ud. debe ser más organizado que ningún otro; con organización el tiempo se alarga. Por ente, se encontrara en mejores condiciones para no perder la "oportunidad" cuando ella aparezca. Lo que se denomina "suerte" no es otra cosa que "preparación" más "oportunidad". Este siempre atento, siempre listo, como un scout.

Un empresario no teme a la osadía de sus sueños. La materialización de un gran sueño seguramente dañara a alguna persona; en parte y aunque resulte duro admitirlo, ese es uno de sus atractivos. Pero quédese tranquilo, al final lo único que medirán en usted es su triunfo o fracaso. Lamentablemente, nos cabe decirle que cuanto más audaz es una idea, memos remordimientos hay que abrigar durante su concreción.

Para ser el ejecutivo que Ud. quiere ser, debe jugarse. Puede Ud. tener 20, 60 o mas años, pero siempre se es joven cuando se es un verdadero empresario. Las neuronas emprendedoras no envejecen. El asumir riesgos es el común denominador de los empresarios. Unos apuestan todos los ahorros, otros renuncian a empleos seguros, y todos asumen riesgos.

La fórmula del éxito es poco agradable y triste, pero efectiva. En ella se conjugan el trabajo duro y recoleto, la preparación para la acción y el constante asumir riesgos.

 

Fuente/Autor: Dr. Daniel H. Casais